El
Fedón es uno de los diálogos de madurez de Platón y el alma es su objeto de
estudio. En el Fedón, Equécrates le pide a Fedón que le cuente como fue el último
día en la vida de Sócrates.
Fedón
comienza diciéndole que aquel día se encontraban juntos Sócrates, Apolodoro,
Ctesipo, Fedondas, Terpsión, Cebes, Critobulo, Antístenes, Simmias, Euclides y
el propio Fedón, todos ellos discípulos del filósofo. Conociendo la intención de
Sócrates y su más que posible muerte, alguno de sus discípulos trata de hacerle
ver a Sócrates que sentir satisfacción al morir es de insensatos y que una
persona sensata lo que debe de hacer es tratar de evitar su muerte de todas las
maneras posibles. Sin embargo, Sócrates no va a estar para nada de acuerdo con
esta opinión, pues considera que la muerte es la meta de la actividad de todo
filósofo, ya que es el momento en que, en función de la vida que ha desarrollado
el alma en su etapa ligada al cuerpo, esta puede purificarse y alcanzar el
mundo eidético. Sócrates defiende que la muerte es mejor para los buenos que
para los malos, y en su caso, al haber sido filósofo y haber dedicado toda su
vida al estudio intelectual, la muerte no podría ser más gratificante, ya que
permitirá a su alma separarse de lo material y llegar al mundo de las ideas.
A
continuación Cebes le pregunta a Sócrates sobre la inmortalidad del alma.
Sócrates le dice que el alma es inmortal y eterna, que existe desde antes del
cuerpo y que continuará existiendo cuando el cuerpo desaparezca. Asegura que
todas las cosas que percibimos podemos percibirlas porque conocemos las ideas
en las que se fundamentan y de las que constituyen copias imperfectas, y como
las personas percibimos cosas desde el momento en que nacemos, parece lógico
pensar que esas ideas predecesoras de las cosas materiales están presentes en
nosotros desde antes del nacimiento. Sin embargo, cuando llegamos al mundo, no
somos capaces de recordar esas ideas inteligibles que habíamos aprendido antes
y perdemos todo ese conocimiento. Para aprender y alcanzar un conocimiento
verdadero es indispensable recuperar esas ideas perdidas, es decir, es
necesario recordar.
Sócrates dice
que hay dos tipos de realidades presentes en el hombre: lo visible y lo
invisible. Lo visible constituye lo cambiante, lo material, lo mortal, el
cuerpo, y lo invisible hace referencia a lo inmutable, lo inmaterial, lo
eterno, el alma. A pesar de la convincente explicación del filósofo, Simmias y
Cebes no parecen del todo convencidos con la idea de que el alma sea inmortal y
defienden que el alma puede encarnarse pero que llegará un momento en que no
tendrá más remedio que morir. Para convencerlos, Sócrates les dice que las
cosas son lo que son porque participan de las ideas y reciben su denominación,
y de igual manera que las ideas contrarias no se admiten entre sí, las cosas
que participan de ellas tampoco admitirán la idea contraria de la que hay en
ellas. Por lo tanto, si el alma trae vida al cuerpo material que ocupa, nunca
alcanzará la muerte, puesto que vida y muerte son ideas contrarias. Por tanto, el alma es inmortal.
De esta
manera Sócrates les hace ver y comprender a todos sus discípulos, sirviéndose
únicamente de la palabra, que el alma es inmortal y que la muerte es buena para
las personas virtuosas, y logra así justificar ante ellos su propia muerte.